viernes, 24 de mayo de 2013

corazón delator






he descubierto que el gusto de recorrer la terraza, vuelta adelante y vuelta atrás, viene de una sensación de enraizamiento.

en un mundo doloroso,

la perfección de la alegría la he encontrado en los cabellos asoleados que se arremolinan en el rostro con cada aire, en sus piruetas felinogozosas, en saber un suelo firme y resistente bajo las desnudas plantas de los pies.

creo haber visto la verdad,
solo la verdad
y nada más que la verdad.




jueves, 9 de mayo de 2013

de: limpiar la mirada


(...) a veces permaneces horas mirando un árbol, describiéndolo, analizándolo: las raíces, el tronco, el ramaje, las hojas, cada hoja, cada nervadura, cada rama de nuevo, y el juego infinito de las formas indiferentes que tu mirada ávida mendiga o suscita: rostro, villa, laberinto o camino, blasones y cabalgatas. A medida que tu percepción se va afinando, se hace más paciente y más ligera, el árbol explota y renace, mil matices de verde, mil hojas idénticas y sin embargo diferentes. 

Te parece que podrías pasarte la vida ante un árbol, sin agotarlo, sin comprenderlo, porque no hay nada que comprender, solo que mirar: lo único que puedes decir de este árbol, después de todo, es que es un árbol; lo único que este árbol puede decirte es que es un árbol, raíz, tronco, ramas y hojas. 
No puedes esperar de él otra verdad. El árbol carece de moral que proponerte, de mensaje que proporcionarte. Su fuerza, su majestuosidad, su vida -si es que aún esperas obtener algún sentido, algún valor de estas metáforas ancestrales- no son sino imágenes, recompensas tan vanas como la paz de los campos, como la insidia de las aguas en calma, la valentía de los pequeños senderos que trepan no muy alto pero sí ellos solos, la sonrisa de las viñas donde los racimos maduran al sol.

Por eso el árbol te fascina o te sorprende, o te calma, debido a esta evidencia insospechada, insospechable, de la corteza y las ramas, las hojas.

Un hombre que duerme
G. Perec

domingo, 5 de mayo de 2013

PANECITO

He visto la llovizna, que se aproximaba desde el Sur, transformarse en diluvio al llegar a la ventana. Esa neblina, que inunda la tierra que se humedece, fue presagio del tiempo sin luz que se aproxima: mis dedos trazarán tu ombligo en el aire, cuando a mi cuerpo en luto lo rondes con aromas conocidos...


Tributo es acortar la pérdida de los sentidos:
La misma lluvia, antes de chocar, me recorrerá lavando los vestigios que en la pielella un tanto necia ahora se encierran.

¡Por fortuna es invierno! 
Tantas gotas secarán tu voz grave, tu dulce voz grave, de mis oídos, de mi boca, de mi tacto. En unos días, apuntaré la vista clara hacia el Panecito, porque:

esta es tanto una buena despedida que la mano nostálgica se niega a temblar, al cerrar la puerta.