cuando cerré los ojos para guardar el último aroma aproveché y me inspeccioné la memoria:
de la desfragmentación de piezas a pinceladas puntillistas, para luego cubrir las porciones con miel.
cadencia de sus manos y risa pulmonar.
se la percibía terrenal pero tenía de diosa, bordando varias infancias con hilos dorados de cometas verdes.
quito se hacía pequeño, inservible ante aquel sitio de consagración (a-cristiana).
como adivinando que la celebración nos sería arrebatada, le pedía al dios aparato:
-"no dejes de sonar"- guardaba la esperanza de que los acetatos me sumergieran en ese sintiempo.
La máquina de coser no daba puntadas en mi presencia, pero era lo más hogar de ese Hogar,
así que la dibujé en todos los cuadernos de ese año de escuela.
disfruto borrando a (in)discreción tiempos pasados,
eso no pasa con el mundo de doña Rosita.
RIP