Mientras el mundo se nos pausaba, habría querido agarrar tu
silueta entre mis poros, adentrarme, recorrerte en la sangre, y ahí donde se
susurran los más íntimos pensamientos, zafar el nudo que te emergía, para que
pudieras, a través de mis ojos, sentir que no éramos peso, que no se rompen reglas
en un clan inexistente.
Los gemidos de la habitación contigua, apresurados,
profundos, gozosos, resonaban en nuestros espejos, una vez, dos veces, tres. El
aliento ajeno rompía tu silencio a gritos. Y yo, yo me concentraba en recrear a
través de mis ojos: tu dedo en mi ombligo, mi dedo en tu espalda, los miembros
afortunados y laxos -cobijando mis costillas, aguardando tu cabello-. Para que
pudieras vernos,
¡para que pudieras vernos!
¡para que pudieras vernos!
Predeterminación –encuentro- azar. Por cualquiera de ellos, otra vez te sujetaría
entre mis piernas.
Es inevitable:
como cortar eucaliptos y sembrar
nativos.
como el fresco que atraviesa una
bocanada de neblina.
Ven, enciende la luz y déjame verte desnudo (que no ha sido ligera la…primavera).